Ciudades indígenas: la migración étnica en México
- Manuel Gerez
- 3 may 2019
- 2 Min. de lectura

Niños del grupo étnico otomí juegan y trabajan en las calles del centro histórico de Querétaro. Desde temprana edad, la economía corporativa indígena integra a los más pequeños de la familia en la cooperación laboral del grupo (Querétaro, 2014)
La presencia contemporánea indígena en las ciudades mexicanas remite a la migración campo-ciudad desde la década de los años 40 del siglo XX. Sin embargo, el fenómeno se incrementa hacia 1970.
Los indígenas urbanos —como se denomina a los migrantes permanentes de los diversos grupos étnicos mexicanos en las ciudades— se establecieron inicialmente en grandes urbes como Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey.
En las últimas décadas, la migración se extendió a ciudades medias y fronterizas, así como a los polos de desarrollo turístico y a grandes plantaciones en los Estados Unidos de América. En la actualidad, la casi totalidad de los grupos étnicos en el país se ha integrado de una u otra forma a las corrientes migratorias.
En el caso de los otomíes o ñähños del estado de Querétaro, la migración temprana se dirigió desde la comunidad de Santiago Mexquititlán a la Ciudad de México en 1940. Décadas posteriores, las opciones se diversificaron hacia la ciudad de Querétaro. Pobladores de otras comunidades como San Ildefonso Tultepec y Chitejé de Garabato, entre otras, se integraron a la corriente migratoria. En la capital del estado, la presencia de indígenas urbanos se visibiliza en 1990.
La inserción laboral de los migrantes se limita principalmente a la economía informal, como la venta de diversos productos entre los que destaca la artesanía de muñecas de trapo. Otros logran establecer pequeños negocios como tiendas de abarrotes o se integran al trabajo no especializado como peones, cargadores o albañiles.
Una característica importante es que una parte de los migrantes practica patrones de residencia agrupados, lo que permite la reproducción cultural de la etnia en el ámbito urbano. Entre éstos destaca la identidad étnica de segundas y terceras generaciones, la reproducción de la lengua materna y el desarrollo de prácticas culturales como la medicina tradicional, la indumentaria y algunos ritos. La etnicidad, además, supone una herramienta importante a la hora de negociar con el gobierno municipal y estatal.
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