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Dänxu, muñecas de trapo de la etnia nähño: una historia de migración

  • Foto del escritor: Manuel Gerez
    Manuel Gerez
  • 6 sept 2018
  • 4 Min. de lectura

Muñecas de la etnica otomi o ñähño

Muñecas de trapo o dänxu elaboradas por mujeres de la etnia ñähño u otomí de las comunidades de Santiago Mexquititlán y San Ildefonso Tultepec, Querétaro (México).

Las artesanías de la etnia otomí o ñähño de las comunidades de Santiago Mexquititlán y San Ildefonso Tultepec en el estado de Querétaro, México, son conocidas por las muñecas de trapo (dänxu, en lengua hñähñö) que confeccionan las mujeres. Detrás de estas vistosas muñecas, se urden historias de pobreza, de lucha, de exclusión, de resistencia cultural y de la larga experiencia migratoria que este grupo étnico tiene en ciudades, centros turísticos y, en ocasiones, en los Estados Unidos.

En la actualidad, la muñeca se considera un símbolo de la cultura ñähño del estado de Querétaro; una verdadera apropiación etnosimbólica por parte de las instituciones estatales. Sin embargo, el diseño y la técnica para su elaboración fue aprendida por las mujeres migrantes otomíes en la Ciudad de México.

Migrantes de la comunidad de Santiago Mexquititlán, en la década de 1970, fueron integradas a un programa de gobierno en la Casa Otomí, en el barrio Roma de la Ciudad de México, para enseñarles las técnicas necesarias para producir una artesanía que las representara y que pudieran vender rápidamente para ganarse la vida y abandonar la mendicidad. Paradójicamente, el gobierno que les daba las herramientas para trabajar era el mismo que les prohibía venderlas en las calles.

Mediante los continuos ciclos migratorios, las mujeres que volvían a Santiago Mexquititlán llevaron el conocimiento sobre cómo producir la muñeca: "Primero con el patrón corto las piezas, las uno y las relleno con borra. Primero la panza, luego los brazos, las piernas y la cabeza. Le coso su vestido. Le tejo sus trenzas de estambre con listoncito. Y al último, le pego sus ojitos y su boquita" (Aurora, 65 años, Santiago Mexquititlán. Febrero, 2015), cuenta una mujer ñähño de Barrio Centro en Santiago Mexquititlán, quien hace algunos años aprendió el arte de las muñecas gracias a la enseñanza de mujeres de su comunidad.

La producción y venta de muñecas se ha convertido en una importante opción económica para las comunidades, severamente castigadas por la inviabilidad de la producción en el campo y la carencia de oferta laboral en las localidades. Hoy en día existen algunas cooperativas para producir las muñecas; sin embargo, muchas mujeres prefieren seguir produciendo sus propias dänxu.

En la comunidad de San Ildefonso Tultepec, la situación se desarrolló de otra manera. Ahí, tradicionalmente, se hace otro tipo de muñeca. Ésta es larga y lleva la indumentaria otomí de fiesta, con vestido blanco y bordado de cruz en el ruedo. Las mujeres de San Ildefonso venden sus propias muñecas "las largas, no las de bola", aunque hay quienes también aprendieron a hacer las santiagueñas.

Mujeres, hombres y niños ñähño de todas las edades salen de sus comunidades para migrar semanalmente a poblaciones con gran flujo turístico como Querétaro, Tequisquiapan o San Miguel de Allende (Guanajuato); otros se dirigen a Palmillas, donde está uno de los peajes de la autopista 57 que atraviesa el país desde la Ciudad de México a los Estados Unidos.

Sin embargo, otros prefieren irse de forma definitiva a las ciudades de Querétaro, México, Guadalajara y Monterrey, o zonas turísticas como Puerto Vallarta (Jalisco). Ciudades donde continúan la venta de las muñecas que les enseñaron a hacer ya hace mucho tiempo, pero que ahora forman parte de su cultura.

En la ciudad de Querétaro, las mujeres y niños que migran semanalmente pasan más de 15 horas al día en la calle, casi siempre caminando para vender las muñecas y los textiles que ellas bordan con diseños tradicionales de flores y pájaros. Siempre en continuo movimiento para evitar que los inspectores municipales les confisquen las muñecas.

El trabajo siempre es duro y algunos días tan solo ganan lo justo para comer un taco o cooperar entre varios conocidos para comprar un pollo. Muchos comen solo una vez al día; a veces de lo que la gente les regala.

Además del costo del viaje, deben obtener lo suficiente para pagar la noche de hospedaje en el albergue municipal; de lo contrario, deben dormir en la calle. Pocos son los que alquilan una habitación por día con otros familiares o paisanos en el barrio de San Francisquito o Casa Blanca.

Si bien los hombres migran para comercializar artesanías de barro, textiles o encontrar trabajo como albañiles en las construcciones, en la mayoría de los casos, el trabajo de las mujeres ñähño se ha convertido en una importante --cuando no en la única-- fuente de ingreso para las familias indígenas.

Para leer más...

Durin, S. (coord.) (2008). Entre luces y sombras. Miradas sobre los indígenas en el área metropolitana de Monterrey. México: CIESAS.

Martínez, R. (2007). Vivir invisibles. La resignificación cultural entre los otomíes urbanos de Guadalajara. México: CIESAS.

Nieto, J. y C. Huerta (coords.) (2010). Situación de la población indígena en la ciudad de Santiago de Querétaro. Querétaro: UAQ, CDI, Universidad Marista de Querétaro.

Romer, M. (2014). Migrantes indígenas en la Ciudad de México. Procesos de emancipación e inserción urbana. México: INAH.

Vázquez, A. y D. Prieto (coords.) (2013). Indios en la ciudad. Identidad, vida cotidiana e inclusión de la población indígena en la metrópoli queretana. Querétaro: Conaculta, INAH, Gobierno del estado de Querétaro, Conacyt, UAQ, Concyteq.

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